Desde que era pequeño me habían llamado la atención las Artes Marciales. Veía con gran interés y fascinación todo lo concerniente a las mismas, revistas, series y películas. Esto hizo que pronto comenzara a interesarme por practicar aquello que, para mí, era casi mágico. Mis inicios fueron en una escuela de Kárate de mi barrio de Vallecas, gimnasio JUKA, cuando yo no tendría más de 12 o 13 años. Aún recuerdo aquél primer dojo y a su sensei, Luís Lafuente. El estilo que se practicaba era Shito Ryu.
El tiempo fue pasando, mis intereses cambiando y, así, fui conociendo otras disciplinas tales como el Wu Shu, en algunos de sus estilos, y el Takwondo, que práctiqué durante un breve tiempo. En la práctica de Wu Shu estuve muchos años, llegué a tercer dan por la FEJYDA, a ser entrenador regional y árbitro regional, y a impartir clases en varios centros como el Gimnasio Kimura; viaje a China en dos ocasiones, a realizar un curso de formación, en una primera ocasión, y a participar en un campeonato mundial, en otra.
Durante un período más o menos largo tuve que interrumpir mi entrenamiento y carrera marcial para centrarme en mis estudios, olvidados durante años, tanto los de enseñanza media como superiores. Pasados esos diez años, en los que no pude entrenar, entre en una nueva etapa de mi vida y comienzo a vislumbrar la posibilidad de retomar lo dejado hacía tanto tiempo.
Es en este momento cuando hago una revisión de mí mismo, de mis condiciones y posibilidades, de mis años y sobre todo de mis intereses. Ya no era el joven que cuando tenía entre 17 y 27 años podía hacer todo tipo de esfuerzo físico; la inactividad había enmohecido mis articulaciones y mis actitudes físicas pero, lo más importante para mí, lo que ahora buscaba al practicar Artes Marciales era algo más profundo; no quería sólo recuperar la elasticidad, la tonicidad muscular o competir, quería buscar tradición, no sólo una actividad físico-deportiva sino una forma de enterder la práctica como forma de vida, con unos pilares contínuos, permanentes y estables, que tuviera como esencia el trabajo interior y espiritual. aspectos que no había encontrado anteriormente. Así empezó mi búsqueda dentro de las distintas posibilidades que se me planteaban. No tardé mucho en recabar información sobre distintos centros; pero cuando entré en el dojo de Yamashita sensei todas mis dudas se despejaron. Hasta aquí os he hablado del CÓMO, el POR QUÉ es mucho más sencillo de contar. La seriedad, la disciplina, el respeto, el observar una forma y mentalidad de trabajo muy tradicional inmediatamente me hicieron comprender que aquello era lo que quería, ya no necesitaba buscar más.
De este modo ya han pasado más de once años, he ido superándome, aprendiendo y comprendiendo los aspectos más sutiles de la práctica de este estilo, GOJU RYU, que nos enseña el sensei. Queda mucho por aprender, mucho por practicar y por sudar pero como dice el sensei. "gambareba dekiru" o lo que es lo mismo "si quieres, puedes". Un saludo amigos. Oss.
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